sábado, 18 de mayo de 2013


  I
Goval es un provocador. La producción plástica de Goval tiene poca o ninguna presencia en los cir-
cuitos comerciales del arte. Es un artista que no se prodiga, que no se mueve por afán de notoriedad, sino más bien por una voluntad de comunicación. Es un artista que toma posición, que se arriesga a narrar y desvelar lo que ocurre en su entorno social. Es un artista que se sitúa en los límites (o, como se suele decir, en el filo de la navaja) entre el arte visual y la literatura. Tiene referencias literarias porque sus constructos son relatos en imágenes, porque recurre, no sólo a las metáforas icónicas, sino, también, a otros recursos como las paradojas, las metonimias y las sinécdoques. Tiene, asimismo, referencias teatralizadas, puesto que muestra el escenario social donde cada uno de nosotros -como ser ontológico- cree jugar su papel (o su rol) en el que dialogan las “voces polifónicas” procedentes tanto del imaginario colectivo como, también, de la iconosfera de la historia individual.
     II
Ha renunciado voluntariamente a la producción pictórica -de anteriores etapas- porque ha elegido
adentrarse y profundizar en la creación de poemas visuales. Por consiguiente, idea unas [CAJAS] o
constructos que toman como materia prima los objetos más vulgares y cotidianos, pero que -al ser
descontextualizados y manipulados- producen un efecto de extrañamiento, hasta el extremo de ge-
nerar nuevas significaciones. O, lo que es igual, pero expresado con mayor exactitud, en sus [CAJAS] encierra sorprendentes assemblages: fruto de la unión de artilugios de uso común junto con viejas fotografías en blanco y negro que, en ocasiones, negativiza, transforma o retoca según convenga a sus fines comunicativos. Más tarde, será el espectador quien asuma el rol de «co-creador» y quien se sentirá impulsado a dotar de sentido a los intencionados «huecos de indeterminación». Y, por fortuna, cada receptor de estas [metáforas encajadas] realizará una lectura mixta, es decir, que dicha lectura participará tanto del mensaje de la obra en sí misma como de la interpretación que cada lector haga en función de sus expectativas y experiencias previas.
     III
Ahora bien, conviene advertir de que Goval no parte de cero, sino que reconoce explícitamente su
deuda con los que él admira por ser los pioneros de la poesía visual. En concreto, debo referirme a
Jacques Carelman, Joan Brossa y Chema Madoz. No obstante, alguno de los autores mencionados se limita a una mera propuesta esteticista e, incluso, meramente ingeniosa, en creaciones que funcionan como un efi caz gag icónico, pero que no se arriesgan a lecturas de mayor contenido social. En cambio, los poemas [encajados] de Goval –sin descuidar los aspectos estéticos de pulcritud ni tampoco los efectos de desconcierto- quieren llegar más lejos en la concepción del arte como compromiso político.
Compromiso que atañe tanto al ámbito de lo privado como al ámbito de lo público, es decir, que aúna la reflexión acerca del plano individual y, al mismo tiempo, logra dar el salto cualitativo hacia el plano del imaginario histórico colectivo.
      IV
Y así, partiendo de las antedichas premisas conceptuales, se entiende que las añejas fotos de las
ceremonias familiares de nuestra infancia se entronquen con las evocaciones de los años fi nales
del tardofranquismo; de tal guisa de las miradas del Padre-Patrón (ocultas bajo inquietantes gafas
negras) continúen intentando controlar nuestros esquemas mentales y nuestros actos actuales. Así
mismo, podemos compartir análoga nostalgia por la ingenuidad perdida de la niñez, por los juegos
iniciáticos de la adolescencia, por las ansias juveniles de la revolución utópica que nunca llegamos
a emprender. Además, suponen una invitación a refl exionar acerca de la condición humana, de sus
miedos, de sus contradictorios deseos de controlar el azar y la inseguridad vital. También, nos incitan a repensar acerca de nuestra memoria histórica compartida y, en especial, acerca de las comunes raíces religiosas y culturales de los europeos.
     V
Por añadidura, hay que advertir de que Goval muestra una gran sensibilidad, no sólo por los grandes temas sociales de nuestro tiempo, sino también por los pequeños –e inadvertidos con frecuencia- problemas cotidianos, como, por ejemplo, el ocio de los menores, los autoengaños, las pequeñas y las grandes mentiras, la negación de la palabra, las violencias íntimas, que suelen ser el germen de nuevas y más graves formas de violencia, que van desde la violencia sexista hasta las guerras comerciales disfrazadas de imposición de la democracia y de la propia libertad o “freedom” económica.
De forma coherente, todas y cada una de las cajas parten de una propuesta poética que pretende
desvelar algunas –por lo menos algunas- de las trampas de la dictadura del Pensamiento Único que
pretende anular los restantes discursos alternativos. A tal fi n, en el pasado reciente los dictadores
procedieron a la quema de libros. Hoy día el Discurso de las Mercancías (como discurso dominante)
intenta fagocitar e integrar hasta los discursos más críticos. En este contexto, Goval se nos antoja un
resistente, un creador contracorriente que plantea una defensa de los discursos alternativos, desde
una perspectiva de género, con planteamientos antidogmáticos, anticonsumistas y antibelicistas o, lo
que es igual, con una sensibilidad pluralista que no siempre desea estar lo que se suele considerar
políticamente correcto, sino en lo éticamente aceptable y sostenible.

 
   
     VI
Algunas de sus obras son de una enorme claridad y diáfana interpretación con el fin de que el es-
pectador evoque experiencias vitales o estéticas similares a las mostradas. Otras, en cambio, resultan
más crípticas y nos enfrentan ante el abismo intelectual de lo indecible e, incluso, con el sinsentido
inquietante de la nada absoluta. Sin embargo, en todas ellas existe un nexo común: el de la concep-
ción del arte como acto provocador de reflexiones acerca de la realidad y, por añadidura, acerca de
la naturaleza misma del discurso artístico.

     VII
En suma, Goval demuestra una concepción del arte como acto comunicativo y, a la vez, como acto
didáctico de enorme lucidez expresiva. Y, por ende, sus METAFÓRAS EN [CAJA] DAS están inspiradas en las relaciones dialogísticas entre los discursos, desde el discurso azaroso e inestable del tiempo individual hasta la subjetividad plural de la memoria histórica.
Gloria Álvarez De Prada
Crítica y Doctora en Historia del Arte

viernes, 23 de mayo de 2008